viernes, 7 de febrero de 2014

Frozen, una historia de verdad.

Frozen, una historia de verdad.



Hace unos días vi la nueva película animada de Disney: “Frozen”, y me sorprendí al ver que salía de la sala de cine emocionado y satisfecho. Vi a un señor que  salió tarareando: “Libre soy”, canción principal de la cinta. Lo que me sorprendió fue que no me encontré con una historia como tantas otras, donde la libertad se usa como excusa para que los personajes puedan hacer lo que quieran, sino que el público aprende, con los mismos protagonistas, que las decisiones que tomamos tienen consecuencias en nuestra propia historia y en la de los demás. Por otro lado, es una película donde la verdad triunfa y, junto con el amor, es la que pone orden en la vida personal y en el reino donde viven los personajes.

Desde mi punto de vista la película logra una gran empatía con los espectadores por las emociones y las circunstancias en las que las protagonistas se encuentran. Son dos hermanas, hijas de los reyes de Arendelle. La mayor, Elsa, tiene el don de poder crear hielo y nieve de la nada; y la menor, Anna, es una hermana normal, inquieta y con un gran deseo de ser vista y amada por su hermana mayor, pero esto no se cumple porque Elsa se encuentra en un aislamiento auto implantado por el miedo que tiene de causar daño a los demás con el misterioso don que tiene.

Mientras avanza la historia, y con la empatía ya ganada por ambas protagonistas, le muestran al público que las decisiones que ellas toman por egoísmo están justificadas por las circunstancias que las envuelven. Anna se compromete en matrimonio con un hombre al que apenas conoce. Elsa, al escuchar la noticia en el mismo día de su coronación, se enoja y pierde de imprevisto el control de su poder haciendo surgir del suelo unos picos de hielo que hacen que los convidados se atemoricen. Y al ver que su poder ya no era un secreto, huye a la montaña y ahí descubre que por fin puede ser ella misma sin tener que vivir ocultándose. Es en este momento de la historia donde, a través de la canción: “Libre soy” y, con un cambio de atuendo hecho por ella misma, notoriamente más moderno y jovial, se rebela diciendo que ahora ya es libre y puede hacer lo que quiera. Crea un castillo de hielo, un muñeco de nieve con vida y de paso, sin darse cuenta, congela toda Arendelle. Este momento de la historia me parece crucial, un momento donde quizá la mayor parte de los espectadores se sintieron vinculados con ella porque han tenido experiencias así en su vida, momentos en los que han confundido el libertinaje con la libertad.

Posteriormente aparece en la cinta un nuevo personaje, Kristoff, un joven de la montaña que se burla de Anna por la decisión que tomó de comprometerse en matrimonio con alguien que ni siquiera conocía y a quien, a su vez, llega a admirar por haber ido a buscar sola a su hermana. A través de las bromas y comentarios irónicos de Kristoff, Anna reflexiona sobre su decisión de casarse con un hombre al que apenas conocía. Y Anna, con la ayuda de Kristoff, le hace ver a Elsa que la decisión que tomó, poco madura, de haber salido huyendo a la montaña, dejó en su propio reino el eterno invierno.

No contaré más de la historia ni de su desenlace para no estropearles la película pero me gustaría hacer hincapié en nuestro punto de partida. Como ya lo mencioné, es una historia donde la verdad triunfa y donde el concepto de libertad se presenta de una manera clara, actual y atractiva. Y si profundizamos un poco más veríamos lo que hay en el corazón de los personajes, veríamos que no sólo existe un deseo de libertad exterior, sino también, y sobre todo, un deseo de libertad interior. Pienso que éste es el motivo por el que tanto simpatizamos con los personajes.

“La verdad os hará libres” (Jn 8,32), creo que esta frase abarca una buena parte del mensaje de la película. Todos nosotros buscamos la libertad y, a veces, la buscamos en todos lados menos en la verdad. Y es cierto que en ocasiones la verdad puede ser dolorosa, pero como nos dicen Platón y Tomás de Aquino: “Nada causa más alegría que la verdad”.

La verdad hace libre al hombre, libre de ataduras que otros pueden haber armado para su propio beneficio, como pasa en la película; libre de máscaras que a veces creamos para ocultarle a los demás nuestro verdadero rostro, cuando en realidad el rostro que ocultamos es nuestro mejor rostro; libre de las mentiras que a veces nos envuelven y nos llegan a asfixiar quitándonos el aliento de la vida y la suave brisa del mundo a nuestro alrededor. Sencillamente, la verdad es lo que el corazón busca.

Por ello, cuando terminó la película, me quedé con la satisfacción de haber visto una buena historia donde las protagonistas viven este proceso de liberación que muchas personas experimentan en su vida: es la verdad la que al final nos hace libres.

Tengo la impresión de que poco a poco regresan las historias con buenas enseñanzas, ejemplificando correctamente lo que es la vida humana; y así es cómo la cultura va influyendo positivamente en las personas, en este caso de manera especial en los niños

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